Con motivo de la celebración del 150 aniversario del Instituto, se publicó un cuadernillo (100 ejemplares) con distintos artículos sobre el Centro. Dos de ellos se referían a D. Práxedes Mateo Sagasta:
D. Práxedes Mateo Sagasta, por Angel María Segovia.
Sagasta, Ingeniero de Caminos, por Alejandro Achútegui Viada.
Político español. (Torrecilla en Cameros 1825-Madrid 1903)
En 1842 ingresa en la escuela de ingenieros de caminos de Madrid, donde fue profesor auxiliar de dicho centro. Pierde el cargo por razones políticas y se emplea como ingeniero en la construcción del ferrocarril Valladolid-Palencia. Pasa a la jefatura de Obras públicas de Zamora.
En Zamora se enamora de una joven, pero el padre de la muchacha se niega a aceptar por yerno a un liberal y la obliga a casarse con otro hombre. La joven se fuga con Sagasta después de la ceremonia de la boda.
Regresa a Zamora y se convierte en en jefe local del partido progresista y en presidente de la junta revolucionaria en 1854.
Ese mismo año es elegido diputado a las cortes constituyentes.
Interviene en la fundación de La Iberia, periódico progresista.
Pierde el escaño parlamentario en las elecciones de 1857.
En las elecciones de 1858 es uno de los pocos progresistas que salió elegido. Se distingue en las cortes 1858-1863 por su habilidad oratoria y su violencia verbal.
Permanece unos años ausente de las cortes, siendo director de La Iberia y participa en la intentona revolucionaria de los sargentos de artillería del cuartel de San Gil en 1866.
Es condenado a muerte y huye a Francia. Allí se pone en contacto con un grupo de conspiradores que acudilla Prim.
En octubre de 1868 recibe la cartera de Gobernación del primer gobierno provisional al producirse el pronunciamiento de septiembre de 1868. En enero de 1870 pasa a la cartera de Estado y vuelve a la de Gobernación en diciembre de ese mismo año.
Forma parte del primer gobierno de coalición del reinado de Amadeo I.
Preside el gobierno en diciembre de 1871 y gana las elecciones de 1872, pero tiene que dimitir ante la acusación de haber usado indebidamente dos millones de reales de la caja de ultramar.
Se mantiene alejado de la política hasta la caída de la República, y regresa a ella para ser ministro y jefe de gobierno después del golpe de estado de Pavía.
Es conocido habitualmente como fusionista y de restructurar la masonería española (había sido elegido gran maestre del Gran oriente de España).
De febrero de 1881 a octubre de 1883 ocupa la presidencia del gobierno.
Durante la regencia de María Cristina (1885-1890) funcionó un turno de poder entre los partidos conservador y liberal (entre Cánovas y Sagasta).
En diciembre de 1891 dimite Cánovas y Sagasta vuelve a la jefatura del gobierno. Hay conflictos sociales, guerra con Marruecos y vuelve la insurrección cubana.
En 1895 le releva una vez más Cánovas. El asesinato de Cánovas le devuelve al poder. Cuba entra en guerra con España en abril de 1898. Sagasta dimite a finales de 1899.
Vuelve una vez más a la presidencia del consejo de ministros en marzo de 1901. Cae del poder en diciembre de 1902, y sobrevive menos de un mes a su última derrota.
Nació el Sr. Sagasta el 21 de julio de 1827, en Torrecilla de Cameros, provincia de Logroño, en cuyo pueblo residía su familia a consecuencia de las persecuciones de que fue víctima su padre, por haber tomado parte en los acontecimientos ocurridos en la capital de la Rioja durante la época constitucional del 1820 a 1823. Consagrado desde su juventud al estudio de las ciencias físico-matemáticas, para el cual demostró aptitudes especiales, hizo en ellas notables adelantos; y deseando seguir la carrera de ingeniero de caminos, canales y puertos, se trasladó en 1842 a Madrid con objeto de prepararse para el ingreso en la Escuela especial del Cuerpo.
Estos estudios preparatorios los hizo el señor Sagasta en el colegio del Sr. Masarnau, mereciendo por su aplicación, aptitud e inteligencia ser agraciado con los primeros premios en todas las asignaturas que siguió en el expresado establecimiento. Corría el año 1848, y sucesos políticos bien conocidos obligaron al gobierno a tomar precauciones para el sostenimiento del orden y de la monarquía, seriamente amenazados por el eco que tuvo en toda Europa la revolución del 24 de febrero. Hallábase entonces el Sr. Sagasta estudiando el quinto año de su carrera, siendo por consiguiente ayudante del Cuerpo con 5.000 rs. de sueldo. Determinó el director de la Escuela, de orden del gobierno, que se firmase por los alumnos una exposición, a cuya medida se opuso el Sr. Sagasta, consiguiendo además con su influencia que sus compañeros imitaran su conducta.
Terminó su carrera en 1849, con el número uno en su promoción, siendo nombrado inmediatamente ingeniero del distrito de Valladolid; y en 1858 fue trasladado a la provincia de Zamora, encargándose de las obras públicas que allí se estaban haciendo, algunas de las cuales eran del mayor interés e importancia, mereciendo, entre otras, especial mención la de los Portillos, ejecutada por administración y por presidiarios, sobre la cual se remitieron a la Dirección de Obras públicas diferentes comunicaciones por los jefes del Cuerpo de Ingenieros, con grandes elogios del Sr. Sagasta.
Durante su permanencia en la provincia de Zamora desempeñó diferentes comisiones del mayor interés, que llevó a cabo de un modo satisfactorio; hizo el estudio completo del ferrocarril del Norte en la parte comprendida entre Valladolid y Burgos; estuvo encargado interinamente de la dirección de las obras de la provincia de Salamanca, y ejecutó otra porción de trabajos importantes, cuya enumeración nos parece innecesaria.
Desde 1854 empezó Sagasta a ser conocido como hombre político, tomando una parte muy activa en el alzamiento de la provincia de Zamora, que más tarde le eligió como uno de sus representantes en las Cortes constituyentes, figurando en ellas como uno de los más ardientes progresistas, tomando una parte muy activa en las principales comisiones y debates, y distinguiéndose siempre por su celo en favor de los adelantos y bienestar del país. Cuando ocurrieron los sucesos de julio de 1856, el Sr. Sagasta asistió a la última y borrascosa sesión de la minoría progresista que se celebró el 14, cuando ya el cañón retumbaba en las calles de Madrid. A su lado cayó el casco de una bomba, que puso en inminente peligro su vida, y que tomó en sus manos, depositándola oficialmente en la mesa de la presidencia, según consta en el Diario de Sesiones.
Comandante del batallón de Ingenieros de la Milicia Nacional de Madrid, se halló durante la lucha en el Teatro Real y en los distintos puntos donde sus compañías sostuvieron el fuego; y cuando terminados aquellos acontecimientos, los vencidos tuvieron que tomar las precauciones que en tales casos se acostumbraban para asegurar su vida, Sagasta emigró a Francia, de donde no regresó hasta después del decreto de amnistía. Encargado entonces de las obras de la provincia de Zamora, fue trasladado al poco tiempo a Madrid, y nombrado profesor de la Escuela especial del Cuerpo, cuyo cargo continuó desempeñando hasta junio de 1866, en cuyo año fue destituido de Real Orden.
Sin abandonar las tareas propias de su profesión, el Sr. Sagasta continuó consagrándose a la política con el mismo ardor e igual actividad que en la época del bienio. Miembro de la minoría progresista en las cortes que hubo en el período de la Unión Liberal, fue uno de sus oradores más sobresalientes; y cuando no en la tribuna, procuraba el Sr. Sagasta ser útil a su partido, escribiendo en los periódicos progresistas y contribuyendo a su sostenimiento. El partido progresista recompensó estos servicios confiriéndole la dirección de La Iberia, después de la muerte de Calvo Asensio.
Desde que apareció en la escena política, Sagasta ha consagrado todos sus esfuerzos a la reorganización del histórico partido a que pertenece, contribuyendo, y no poco, en su calidad de diputado y periodista, a que recobrase su antigua energía, a que marchase por el camino del progreso ordenado, a que enarbolara su antigua y tradicional bandera. No otra tendencia revelaban los discursos que pronunció en las Cortes constituyentes, donde si dio a conocer, como diputado por la provincia de Logroño; en ellas sostuvo la reorganización del partido progresista bajo la base de una monarquía constitucional, rodeada de instituciones radicalmente democráticas.
Reúne Sagasta condiciones nada comunes para brillar en la carrera del Parlamento. Franco en el ataque, enérgico en el decir, bello en la forma, con un corazón entusiasta y una clara inteligencia, sus peroraciones son varoniles y vigorosas, rebosando bellezas de estilo y rasgos de sentimiento. Sus discursos son casi siempre provocadores, agresivos, como el que pronunció el 11 de enero de 1862, en que acusando al ministerio de inconsecuente en materias de libertad de imprenta, exclamaba: "Y los que vienen al gobierno a plantear lo contrario de lo que dijeron en la oposición; los gobiernos que vienen a plantear lo mismo que en la oposición combatieron, esos olvidan sus compromisos, faltan a su palabra, reniegan de su historia, defraudan las esperanzas del país, y le engañan."
De carácter independiente y altivo, Sagasta no se intimida en la lucha, sea cualquiera el número de sus contrarios y la clase de armas con que se le acometa; podrán sus enemigos vencerle, pero nunca abatirlo ni humillarle. Cuando alguno lo intente, responderá con la cabeza erguida y el además imponente y severo: "Tampoco yo soy rico, también soy humilde; pero con mi humildad y todo, yo que apenas tengo valor para resistir a la súplica, nunca cedo a la exigencia; no me creo de ninguna manera superior al pobre, pero jamás me considero inferior al poderoso; se me encontrará siempre dispuesto a bajar mi cerviz ante la desgracia, pero jamás abatiré mi frente ante los potentados de la tierra."
No por ser tan enérgico en su carácter, tan impetuoso en su temperamento, tan varonil en su estilo, se niega su oratoria a la ternura y al sentimiento. Después de los sucesos de Loja, pronunció un sentido y conmovedor discurso, pidiendo gracia al gobierno y al Congreso para los sentenciados de aquel punto. Pero su mejor discurso, el más acabado y el que más revela sus dotes y condiciones de orador parlamentario, es sin disputa el pronunciado en la sesión de 6 de marzo de 1861, defendiendo la unidad de Italia, discurso elevado, vehemente, erudito y enérgico, que produjo un gran efecto en las tribunas y un gran alboroto entre los diputados.
A consecuencia de los sucesos del 22 de junio de 1866, el consejo de guerra condenó al Sr. Sagasta a la pena capital; pero pocos días antes logró llegar sano y salvo a Francia.
La figura de D. Práxedes Mateo Sagasta y Escolar como político es de sobra conocida y a ella no voy a referirme, sino a otra faceta suya prácticamente ignorada, la de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
Dos son las razones de este desconocimiento, la primera que su actividad profesional como ingeniero fue desarrollada en su juventud, cuando todavía no había destacado como hombre público, y la segunda que en ingeniería las obras subsisten, pero sus autores frecuentemente permanecen en el anonimato.
Más aún, ni siquiera en vida -salvo honrosas excepciones- son conocidos por el público en general los nombres de los técnicos a quienes se debe esos portentos de la ingeniería que estamos disfrutando.
Cuanto más, si ha transcurrido una centuria larga desde entonces, como es el caso de Sagasta.
No es, pues, de extrañar que el nombre de Sagasta no vaya vinculado a ninguna obra de las que proyectó y construyó, hasta el punto de que haya incluso quien dude de la existencia de esa su primera etapa de actividad en el campo de la técnica de los caminos.
El propósito de este trabajo es precisamente sacar a la luz publica sus realizaciones ingenieriles en ese corto pero intenso período de su vida profesional no ocupándonos de su faceta política, de la que han tratado muchos y renombra dos escritores y periodistas.
Nació Sagasta en la villa de Torrecilla en Cameros, provincia de La Rioja, el 21 de julio de 1825, siendo bautizado al día siguiente, imponiéndosele los nombres de Práxedes Mateo.
A consecuencia de sus ideas liberales, se había visto su padre precisado a expatriarse, dejando a su esposa en casa de los padres de ella en Torrecilla donde, por tal causa, nació nuestro personaje, como antes se ha dicho.
Vivió pues, en esta villa sus primeros años hasta 1830 en que, publicada la amnistía, regresó su padre a Logroño, donde se dedicó al comercio de coloniales.
Allí cursó el joven Práxedes durante dos años los estudios de latinidad y otros tantos de filosofía, obteniendo la calificación de sobresaliente.
Finalizó sus estudios de Humanidades en Madrid en el colegio del Sr. Masarnau y, como sentía gran vocación por a carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, tuvo que prepararse por su cuenta para el ingreso en la Escuela Especial correspondiente a todas las materias que exigían en el examen y que no formaban parte de los estudios de filosofía cursados, a saber: Aritmética, Geometría, Álgebra y Trigonometría.
Ingresó en la Escuela de Caminos con el nº7, pero al cabo de un año había conseguido alcanzar el nº1 que, aunque lo perdió momentáneamente a causa del dibujo, lo recuperó en seguida, terminando el primero de su promoción en 1849.
En aquella época en la Escuela de Ingenieros de Caminos existía una severa disciplina pues, comenzando los cursos el 1 de octubre de cada año, no hacia más vacaciones que los domingos y festivos, los tres días de carnaval, los tres últimos de Semana Santa y los ocho finales de año, debiendo los alumnos asistir ocho horas al día, no pudiendo salir de las clases o estudios sin autorización del profesor, ni del recinto de la escuela sin el del ayudante, que sólo lo podía conceder en casos urgentes y extraordinarios; no podían recibir más visitas que las de sus padres y tutores.
En aquel ambiente rígido y disciplinado, pasó Sagasta cinco años de su vida, aprendiendo las materias técnicas que en él se impartían y haciendo gala de una capacidad y aplicación fuera de serie.
Como estaba reglamentado, a partir del tercer año fue nombrado Aspirante 2º con el sueldo anual de cinco mil reales de vellón, el primero que recibía del Estado y el que acaso más le satisfizo.
Fue entonces cuando por vez primera sacó a relucir su condición política, al ser el único en la escuela que se negó a firmar un documento de adhesión a las Instituciones, alegando que el único deber de los alumnos era el de estudiar.
Acaso por este incidente o porque prefirió el desempeño práctico de la profesión que había elegido, al terminar la carrera y ser nombrado Ingeniero 2º del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos, no obtuvo o no aceptó una cátedra de profesor en la Escuela Especial.
Fue promovido a dicho empleo por Real Orden de 7 de octubre de 1849, con el sueldo de nueve mil reales de vellón anuales.
Destinado al distrito de Valladolid, uno en los que entonces se dividía el territorio nacional a los efectos de las obras públicas, se le encomienda el 19 de diciembre de 1849 la dirección de las de la provincia de Zamora, en cuya capital le es fijada su residencia. Como servicio se le asigna las obras provinciales y municipales peculiares a dicha provincia, así como la sección de carreteras de Vigo comprendida en otra.
En mayo de 1851 se le encarga además, interinamente de las obras públicas de la provincia de Salamanca, en tanto durara la licencia concedida a su titular.
Por Real Orden de fecha 26 de abril se le nombra para hacer el estudio, muy urgente por cierto, del ferrocarril del Norte entre Valladolid y Burgos. Y Sagasta se entrega con gran entusiasmo a esta ardua tarea, pasa grandes temporadas en el campo, trabaja sin cesar en el gabinete y así logra a los tres meses escasos ultimar el primer proyecto, correspondiente al tramo entre Valladolid y Dueñas y un- año después, el 31 de julio de 1853, consigue tener entregados sucesivamente los tres restantes proyectos, relativos a otros tantos tramos: de Dueñas a Torquemada, de esta villa palentina a Villazopeque y de esta última a la capital burgalesa.
Y aún se disculpa en la Memoria de la primera parte -muy completa por cierto- de no haber podido redactar el estudio con más esmero, aunque sin sacrificar nada de su exactitud, debida a las repetidas instancias recibidas de la Superioridad para la más pronta conclusión de los trabajos de una parte cualquiera de la sección a él encomendada.
No voy a entrar en detalles técnicos de estos cuatro proyectos, prototipos de una época sagastina, simplemente diré que los dos primeros están suscritos en Valladolid y los dos restantes en su residencia oficial, Zamora; que en conjunto se trata de 121 Km. de trazado, 10 puentes, 3 viaductos, 10 pontones y otras obras de fábrica, diseñados combinando adecuadamente la piedra de sillería, sillarejo y mampostería concertada, todo ello al estilo de entonces: ¡no en balde en la escuela se estudiaba todo un curso de estereotomía! Ve estos puentes el primero sobre el río Pisuerga es el más importante y está compuesto de tres arcos escarzanos de 28 metros de luz cada uno por 6 de fecha.
Quizás por causa de los trabajos de campo de este estudio, expuesto a las inclemencias del tiempo, contrae una enfermedad que le obliga a pedir licencia, después de apurar los recursos ordinarios de la medicina -según aleya en su instancia dirigida a S.M. la Reina- para tomar los baños sulfurosos de Grávalos, una vez termine el último proyecto del ferrocarril, pues cree su deber retrasar este único recurso para sus dolencias hasta la total conclusión del mismo.
Concedida la real licencia de un mes y aún de una segunda treintena, improrrogable, va Sagasta a la Rioja para sanar de sus males con las benéficas aguas de Grávalos.
En este balneario le llega su promoción a Ingeniero 1º, con el ya importante sueldo de 12.000 reales de vellón al año.
Se reincorpora a las obras públicas de Zamora. Bajo su dirección se lleva a cabo la carretera de las portillas de la Canda y del Padornelo. Proyecta y ejecuta las obras de las carreteras de Zamora a Orense, Valladolid y Salamanca. Para ello se sirve de presidiarios, levando a cabo las obras por administración.
De esta etapa de su vida se cuenta una anécdota muy curiosa de Sagasta, y es que, al proyectar la carretera de Zamora a Alcañices, poco antes de la localidad de Ricobayo, tuvo la humorada de diseñar la traza formando sus iniciales con las curvas y contracurvas del camino.
De este trazado existe documento gráfico en el proyecto de variante de tal carretera, con motivo de la construcción del embalse de Ricobayo en el río Esla. Observándolo, llego a suponer que no existió tal genialidad, sino que al ceñirse la planta a la topografía del terreno el azar quiso que adoptase unas formas a modo de letras mayúsculas, en las que con un poco de imaginación puede descifrarse una P, una M y una S seguidas, es decir, las iniciales de Práxedes Mateo Sagasta.
Hoy este tramo de carretera reposa bajo las aguas del citado embalse, que así se ha erigido en celoso guardián de una presunta excentricidad del joven ingeniero.
Y en el año 1854, en que pasa a depender del distrito de Salamanca, de reciente creación, continuando al frente de las obras públicas de Zamora, tienen lugar dos sucesos que le condicionarán de por vida: conoce a la que treinta años más tarde seria su esposa y comienza su carrera política.
En ese año, pues, se presenta como candidato a las Cortes Constituyentes, venciendo a su adversario, un militar que no había entrado nunca en combate, que encaja mal la derrota e impugna las elecciones, alegando que Sagasta era tan desconocido que los vecinos de la localidad de Fermoselle, al ir a votar, lo hacían por "el del puente", ya que ni tan siquiera sabían su nombre, y había querido captar sus votos ofreciendo la construcción de un puente.
Al margen de la defensa de su escaño, que tuvo que realizar con éxito como su primera intervención en las cortes, el nuevo diputado se tomó a broma este incidente y comentaba a sus conocidos -según anécdota contada por su biógrafo y amigo D. Natalio Rivas- que era lógico que le llamaran "el del puente", pues por su oficio hacia proyectado y construido varios, y en cambio a su oponente no se le podía llamar " el de la batalla" pues, que él supiera, no había ganado ninguna.
Abandona, pues, Zamora el 5 de noviembre de aquel año, para tomar parte en las tareas legislativas en las Cortes, sustituyéndole interinamente en las obras publicas de la provincia el ingeniero encargado de las de Salamanca. Sus pendidas aquellas por vacaciones de verano, retorna a su servicio durante los meses de agosto y septiembre siguientes, regresando a Madrid de nuevo para reincorporarse a sus actividades como diputado.
En éstas sale a relucir su condición de ingeniero, al confiársele los dictámenes de ferrocarriles, carreteras y puentes y al integrarse en diversas comisiones eminentemente técnicas.
Es interesante la defensa que realiza, en contra de sus propios intereses, de la siguiente enmienda de un proyecto de ley sobre incompatibilidades:
"Los Diputados que sean empleados del Gobierno en activo servicio, dejarán de percibir sueldo desde el día en que sean admitidos en el Congreso" y arguye:
"El empleado tiene su sueldo para ejercer su destino y trabajar desde el momento en que abandona su puesto, desde el momento en que no trabaja, no debe tener sueldo. Esto, señores no necesita demostración."
Alterna su carácter de diputado con el de comandante de un batallón de Ingenieros de la Milicia Nacional de Madrid, nombramiento debido precisamente a su condición de técnico. Tienen lugar entonces los sucesos de julio de 1856 que terminan con la disolución de las Cortes y desarme de la Milicia Nacional.
Vuelve, pues, a Zamora y en noviembre de 1856 se le confirma como encargado de las obras públicas de la provincia, dependiendo del distrito de Salamanca, y se le encomienda la conservación de las carreteras de Valladolid y Galicia, las obras de nueva construcción de la carretera de Zamora a El Cubo de la Tierra del Vino y la formación de los proyectos de las Secciones de Zamora a Tábara y de Zamora a Benavente, fijándosele como personal subalterno un Ayudante de Obras Públicas, dos Auxiliares y cuatro Sobrestantes.
En enero de 1857 se comisiona a Sagasta para redactar el proyecto del ferrocarril de Zamora a Vigo, por ser su puerto -y transcribo textualmente aunque parcialmente la Real Orden al efecto- "uno de los mejores del Reino y siendo de grande importancia llevar a desembocar en él un ferrocarril que facilite las comunicaciones con el interior del país; y en atención a estarse haciendo por una empresa particular el proyecto de un camino de hierro desde Zamora a empalmar con el de Madrid a Valladolid, Burgos e Irún".
No llegó nuestro ingeniero a redactar tal proyecto, pues sobreviene al poco un periodo confuso en su vida y es su traslado -al parecer forzoso y contra su voluntad- por Real Orden de 20 de febrero de 1857 al distrito de Toledo de reciente creación.
¿Fue una maniobra para imposibilitarle participar en las siguientes elecciones a diputado en Cortes, alejándolo de Zamora? el caso es que es destinado a Toledo, nombrándosele simultáneamente sustituto y ordenándosele haga inmediata entrega a éste del Servicio, en cuanto llegue a Zamora, y que se presente con toda urgencia en la ciudad imperial.
Sagasta obedece prestamente la primera parte del mandato, haciendo entrega de las obras públicas de la provincia de Zamora y de la comisión del ferrocarril de Vigo, pero no sale para Toledo, alegando encontrarse enfermo.
Interviene el Gobernador Civil de la provincia, que le hace reconocer por dos facultativos, se le desestima una solicitud de licencia temporal para el restablecimiento de su salud, se le ordena de nuevo se persone inmediatamente en Toledo, se le reitera esta orden, y hasta el 14 de abril no sale de Zamora con dirección a Valladolid, al parecer -según parte emitido por el Comisario de Vigilancia de aquella capital- con intención de pasar a las Cortes y después a su nuevo destino.
Y dudo de que se integrara al mismo porque, convocadas en mayo de aquel año nuevas elecciones a diputados en Cortes, Sagasta se presenta nuevamente por Zamora, pero resulta derrotado y se queda fuera del Congreso.
Entonces si, le son concedidos 40 días de licencia para restablecer su salud con fecha 7 de julio.
Transcurrida la cual y por Real Orden de 3 de septiembre de 1857 es nombrado profesor de la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas, tomando posesión de su destino en la misma fecha. Este nombramiento lo obtuvo gracias a su amistad con el Ministro de Fomento D. Claudio Moyano, debido -según le decía el Ministro- a las condiciones especiales que había demostrado para la enseñanza.
En la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas imparte las cátedras de Topografía y Construcción durante nueve años. Nueve años cuya actividad docente es compartida con su actuación parlamentaria, ya que en 1858 se convocan nuevas elecciones a diputado en Cortes, ganando su escaño en representación esta vez de la provincia de Logroño, durante la legislatura, que pasó a la historia con el nombre de "Parlamento Largo", hasta el año 1863. Nueve años de infatigable entrega a sus ideas políticas.
Pero, volviendo al terreno académico e ingenieril que nos ocupa, en aquellos nueve años va escalando poco a poco las cimas de su profesión, pues a primeros de enero de 1858 es nombrado Subdirector de la Escuela de Ayudantes, al año siguiente es promovido a la plaza de Ingeniero Jefe de 2ª clase, del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos, con el sueldo anual de 18.000 reales de vellón y en el 1865 es nombrado Ingeniero Jefe de 1ª clase, con el de 2.400 escudos al año.
Estos emolumentos le son aumentados en 3.000 reales, en concepto de gratificación, en virtud de lo dispuesto en el Reglamento de la Escuela, al cumplir los seis años de enseñanza en la misma.
Como profesor, ha de acompañar a sus alumnos en viajes de prácticas y alguna vez también a los de la Escuela de Caminos, Canales y Puertos, existiendo constancia de haber sido comisionado para realizar con varios aspirantes de 4º y 5º curso de esta escuela un viaje de tal índole por la provincia de Logroño, continuando a los ferrocarriles del Norte, de Alsasua y de Bilbao.
Y también ha de intervenir en diversos trabajos de su profesión, al margen de los puramente académicos.
Así, en 1861 es nombrado por el Juzgado de la Instancia de Torrelaguna perito tercero en el expediente de expropiación de los terrenos ocupados por el Camino de Servicio del Canal de Isabel II, desde el barranco de las Cuevas hasta el pontón de la Oliva.
Y así también, en 1863 es designado para hacer la tasación del estudio del tranvía Málaga a Vélez-Málaga.
Esta etapa de su vida, la última de actividad profesional, se ve truncada a raíz de los sucesos de 22 de junio de 1866.
Por su intervención en los mismos y por haberse expatriado a Francia para escapar de ser juzgado en Consejo de Guerra, abandonando apresuradamente el desempeño de su cátedra, es cesado el 30 de agosto de su cargo de profesor de la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas.
La huida la realiza a pleno día, tomando el tren en la Estación del Norte con destino a Hendaya, vistiendo para no ser reconocido, el uniforme de ordinario de Ingeniero de Caminos y luciendo gafas negras. Para su salvación utiliza, por consiguiente, el tramo de ferrocarril que había proyectado apenas hacía catorce años, y la indumentaria del Cuerpo al que pertenece.
No se si fue entonces, o en otro exilio anterior que acaso hubiera diez años antes, cuando el marqués de Salamanca, viéndole en París pasando estrecheces económicas, le ofreció la dirección de los ferrocarriles italianos, con el sueldo de 6.000 duros y otros emolumentos, pero Sagasta no la quiso aceptar.
Condenado en rebeldía a la pena de muerte a garrote vil, por sentencia del Consejo de Guerra constituido para juzgar a los participantes en los sucesos de 22 de junio, fue dado de baja "definitivamente" del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos por Real Orden de 14 de noviembre de 1867.
Claro que esta baja no fue tan definitiva, pues, antes de que transcurriera un año de la misma, a los 19 días exactamente de ser nombrado Sagasta Ministro de la Gobernación por el Presidente del Gobierno Provisional Sr. Duque de la Torre, el Ministro de Fomento la deja sin efecto, restituyéndole en el escalafón en el puesto que por su antigüedad le correspondía.
Concluye aquí otra etapa de su vida. A partir de ahora será Ministro de la Gobernación, Ministro de Estado, se ocupará interinamente de las carteras de Hacienda y Fomento, será repetidas veces Presidente del Consejo de Ministros.
Y mientras tanto irá ascendiendo paso a paso los últimos peldaños de su escalafón del Cuerpo de Ingenieros:
Inspector General de 2ª clase el 30 de septiembre de 1881, siendo Presidente del Consejo de Ministros, durante el reinado de Alfonso XII.
Inspector General de 1ª clase el 28 de junio de 1889, siendo también Presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII y regencia de Dª. María Cristina.
Confirmado en el empleo de Inspector General de 1ª clase con la categoría de Jefe de Administración de 1ª clase, con motivo de reforma de la plantilla del Cuerpo, el 25 de julio de 1892, siendo Jefe de la oposición durante uno de los mandatos conservadores de Cánovas del Castillo.
Y aunque ha quedado muy atrás su época de ingeniero, proyectista y constructor, catedrático de la Escuela de Ayudantes; y aunque ha mucho ha relegado su profesión de técnico, absorbido por completo en sus tareas de político y gobernante, es recibido en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en sesión extraordinaria de 20 de junio de 1897 por sus "merecimientos científicos y en la seguridad de ganar para la prosperidad de las Ciencias un adepto entusiasta, de influencia indiscutible en sus destinos", pues "Sagasta, es, ante todo, hombre de estudio y profundos conocimientos técnicos profesionales; y reúne a sus títulos científicos el prestigio de su vasto talento y de un nornbre glorioso", como expresa el académico D. Cipriano Segundo, en su discurso de contestación, añadiendo: "Pobre de espíritu ha de ser quien atribuya la elección a móviles que en alta voz no puede proclamarse".
Sagasta, en su discurso de recepción en esta Real Academia, huye de los temas de su profesión de ingeniero, acaso olvidados por el transcurso del tiempo, y versa sobre "El concepto de las Academias de Ciencias, distinto según los tiempos y países; su origen desenvolvimiento, organización y fines a que deben aspirar en el estudio y aplicación de los conocimientos que son objeto de su instituto".
Y llega al fin de sus días, 3 de enero de 1903, siendo Presidente Honorario de la Junta de Representación del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, profesión que, aunque apartado de ella en la postrera etapa de su vida, siempre amó como algo entrañable, como algo muy suyo, y a la que consagró una breve pero fecunda época de su juventud.